lunes, 3 de noviembre de 2014

El saqueo cultural de America Latina, por Fernando Baez

Profundo y concienzudo estudio sobre la historia del saqueo cultural que signó a nuestro continente americano durante los siglos de conquista y colonización europea.


"Barbaridades que la presente edad ha rechazado como fabulosas, porque parecen superiores a la perversidad humana;  y jamás serían creídas por los críticos modernos,
si constantes y repetidos documentos no testificasen
estas infaustas verdades”

-Simon Bolivar, Carta de Jamaica, 1815


'Historia de los Vencedores' por LATNFE, 2008
Desde hace quinientos años, América Latina ha sido sometida al pillaje más despiadado de la historia: sus veintidós millones de kilómetros cuadrados han sufrido el expolio y destrucción de la mayor parte de sus recursos. Por turnos, se han llevado y se siguen llevando el oro, la plata, el cobre, el carbón, el aluminio, el hierro, el gas y el petróleo. En el Códice Florentino, a propósito de la devastación de la capital azteca de Tenochtitlán a manos de Hernán Cortés, se comentaba sobre los españoles del siglo XVI: “como unos puercos hambrientos ansían el oro”. Cuando los conquistadores españoles desembarcaron en México, España acababa de existir como nación tras el genocidio y expulsión de moros y judíos. Se ha calculado que España extrajo de América Latina cuarenta millones de pesos hasta el año 1560, que equivaldrían a quinientas toneladas de oro. El caso es que en 1785, el Conde de Aranda le pedía al Conde de Floridablanca exprimir al máximo a las colonias del Nuevo Mundo1, y esto se cumplió a medias porque en el saqueo comercial también participaron ingleses, italianos, franceses, alemanes, portugueses y holandeses.

'12 de Octubre: Con la memoria seguimos en la
resistencia' -BONIL
Desde la época colonial, las plantaciones se convirtieron en un instrumento para someter las economías locales y obtener productos a bajos precios por el uso de esclavos. Para dar una idea de las ganancias, vale la pena comentar que Inglaterra financió sus guerras contra Napoleón Bonaparte sólo con un diez por ciento de los altos ingresos obtenidos por sus plantaciones de azúcar. Lo cierto es que la política frenética dearrasar los bosques y malgastar la fertilidad de los suelos durante siglos tuvo su costo ecológico porque, a la par de la actividad minera, destruyó sin remedio la biodiversidad de la región en un cuarenta y siete por ciento. En Brasil, la explotación de azúcar y caucho arruinaron millares de hectáreas; en Argentina y Paraguay, los bosques de  quebracho fueron devastados; en Venezuela, las plantaciones de cacao sólo dejaron ruina a su paso; en Colombia, el café fue la principal causa de extinción de tierras cultivables y esta tragedia se repitió en Centroamérica con la fruta. Ninguna de las ganancias de estas plantaciones contribuyó al desarrollo de los países donde se encontraban.

Durante la época de conquista, unos pocos miles de soldados españoles exterminaron casi totalmente a una población de cien millones de indios. Hoy sólo quedan veintiséis millones. En Santo Domingo, por ejemplo, la población nativa que inicialmente contaba con casi cuatro millones de personas en 1496, en 1570 era apenas de ciento veinticinco millones de seres humanos. En México, los veinticinco millones de habitantes se transformaron en un millón entre 1519 y 1605. En el Perú, seis millones de indígenas llegaron a ser un millón entre 1532 y 1628. Contra esta masacre se pronunciaron los mismos españoles, como lo demuestra el sermón Una voz que clama en el desierto del dominico Antonio de Montesinos, quien en 1511 se atrevió a deslegitimar la conquista: 




“Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas?” 


Fray Bartolomé de Las Casas en su Brevísima Relación de la destrucción de las Indias, título bastante sugestivo, se quejaba en su momento: 


“Porque son tantos y tales los estragos y crueldades, matanzas y destrucciones, despoblaciones, robos, violencias y tiranías..." 


Una de las escenas de las cual
Fray Antonio de Montesinos fue testigo
Según el ensayista Tzvetan Todorov, el genocidio contra los indígenas fue mayor al sufrido por los judíos en el siglo XX. Sólo las enfermedades epidémicas traídas por los soldados provocaron quince millones de muertes. Hubo otro genocidio que fue el de los esclavos traídos desde África: entre cinco y seis millones murieron en el viaje por mar y un número superior falleció en las minas o por maltratos.

A partir del siglo XVI, América Latina, que subsidió a las grandes potencias por turnos con la complicidad de clases dirigentes dóciles y corrompidas, ha sido una vasta fábrica de pobreza y de hambre: entre 1600 y 1800 sólo un dos por ciento de la población poseía la riqueza; para el 2005 hay quinientos cuarenta millones dehabitantes, pero doscientos veintidós millones de pobres, de los que ochenta y ocho millones son indigentes. Cada año mueren doscientos mil niños de hambre. Hay ochenta por ciento de pobreza en los sectores indígenas. El diez por ciento de la población total vive con menos de un dólar al día. Un verdadero desastre que se multiplica.

La destrucción de América Latina, sin embargo, afectó también a los sectores culturales: la memoria histórica fue objeto de manipulación, fuego, robo y censura. El proceso fue lento y sistemático, feroz e implacable: hoy sabemos que el sesenta por ciento de toda la memoria escrita de la región desapareció. Un cincuenta por ciento por destrucción premeditada y un diez por ciento por desidia. Más de quinientas lenguas se extinguieron para siempre.

Acaso la destrucción de la memoria histórica de América Latina comienza con el ataque de los conquistadores españoles en Tenochtitlán en 1521: 


“Y cuando hubieron llegado a la casa del tesoro, llamada Teucalco, luego se sacan afuera todos los artefactos tejidos de pluma, tales como travesaños de pluma de quetzal, escudos finos, discos de oro, collares de los dioses, las lunetas de la nariz, hechas de oro, las grebas de oro, las ajorcas de oro, las diademas de oro. Inmediatamente fue desprendido de todos los escudos el oro lo mismo que de todas las insignias. Y luego hicieron una gran bola de oro, y dieron fuego, encendieron, prendieron llama a todo lo que restaba, por valioso que fuera: con lo cual todo ardió"


Los frailes Fray Juan de Zumárraga y Diego de Landa se encargaron luego de desaparecer el noventa por ciento de los códices mayas.

En 1532, Francisco Pizarro, un eminente conquistador analfabeta, sometió a Atahualpa, y le pidió un rescate. Con ingenuidad, el Emperador de los Incas le entregó cientos de objetos que luego fueron fundidos en 6080 kilos de oro y 11872 kilos de plata. De esta forma se aniquilaron obras de arte valiosísimas. Posteriormente, las tropas españolas acudieron al Templo del Sol en Cuzco y arrasaron, como lo hicieron los cruzados en Constantinopla en 1204, con todo lo encontraron a su paso y las esculturas de oro las fundieron sin misericordia.

'Cinco siglos igual' Publicacion conmemorativa
del 12 de Octubre
Este memoricidio, cometido en la época del humanismo clásico, avalado por los mejores pensadores europeos, fue premeditado: los distintos proyectos imperiales transculturizaron por igual a indígenas y africanos para someterlos con una derrota total. Como bien se sabe, ningún imperio puede sostenerse sólo por la fuerza de las armas o de un modelo económico y político, se requiere la imposición de valores culturales y la práctica de la damnatio memoriae sobre los pueblos vencidos. Dado que la memoria es el vínculo más importante de la identidad nacional, es el primero en ser amenazado o atacado.

Lo más lamentable es que se preservó esta tradición de pillaje y devastación cultural. Entre el siglo XVI y el siglo XXI, bibliotecas, archivos, ediciones únicas, piezas de arte prehispánico o colonial y de la etapa modernista y surrealista, fueron arrasadas, olvidadas o expoliadas. Decenas de bibliotecarios y archivistas fueron asesinados desde México hasta Tierra del Fuego, lo que convierte a estos oficios en los oficios más riesgosos del continente después del relativo a los periodistas y sacerdotes. Durante las dictaduras de las décadas de los sesenta y ochenta, numerosas editoriales fueron víctimas de ataques violentos y miles de escritores fueron asesinados o exiliados. En los actuales momentos, por decir, están desapareciendo miles de libros del siglo XIX debido a la falta de presupuesto para su restauración y conservación. El cincuenta por ciento de las bibliotecas de América Latina soporta abandono y desidia, e igual pasa con los archivos.
'TLC con España' por Asterisko, 2010

Otro grave problema heredado es el tráfico ilícito de obras de arte y de objetos arqueológicos: aumenta sin medida por la demanda de compradores inescrupulosos interesados en piezas fundamentales de las culturas precolombinas. Se tiene certeza de que el ochenta por ciento de los asentamientos arqueológicos de la península de Yucatán han sido saqueados. En su búsqueda, los saqueadores han destruido monumentos y tumbas en Ecuador, Colombia, México, Belice, Guatemala y Honduras. Cada asentamiento recuerda un paisaje lunar. En Amazonas, roban urnas amazónicas; en Costa Roca y Panamá trafican con águilas colgantes de oro. No hay un solo museo arqueológico que no haya sido robado. En el Museo Carlos Zevallos Menéndez de Guayaquil, una banda disimuló el robo de máscaras Tumaco-Tolita con un incendio en el edifico que arruinó cientos de obras. Los denominados huaqueros, en su afán por conseguir cerámicas del período Moche, Keros incas o remos labrados Chimú y Chincha, han provocado un saqueo total en Perú con el silencio de las autoridades.

Esta es la realidad. Los historiadores resaltan con vergüenza la quema de libros en Alemania durante la época nazi, condenan la destrucción de la cultura de los bosnios a manos de los serbios, pero ignoran la quema de los códices aztecas a manos de religiosos cristianos españoles. Quiero manifestar aquí que cuando visité México en 2004 para asistir a la presentación de una edición de mi obra “Historia universal de la destrucción de los libros”, publicada por Debate, intenté rastrear con mejores documentos la eliminación de los escritos mayas y fue bien poco lo que pude encontrar. Hay un silencio letal sobre este asunto, que a veces se traduce en un artículo emocional; jamás en un estudio detallado que compile todos los bienes culturales latinoamericanos desaparecidos o destruidos hasta la fecha.

En verdad, creo que a pesar de los esfuerzos evidentes por entender el pasado desde una perspectiva más plural, los latinoamericanos todavía sentimos vértigo a la hora de examinar nuestra historia.
 

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